Cuando llega el verano hay temas que se repiten año tras año. Y no solo en la moda, pasa igual con la gastronomía, los destinos, las rutinas beauty, y hasta la música. El verano es capaz de alterar todo nuestro ser y entorno. En mi caso, me apego a varios fetiches veraniegos: las playas y la moda. Soy de esas que prefiere pasar sus días de sol tendida frente al mar en trajes de baño, o caminando por calles súper soleadas en ropa súper ligera y sobretodo, teñida de blanco.
Y es que parece que con el paso del tiempo este color se ha convertido en el uniforme de los días de sol. Es como el tono inmortal. Vestidos, shorts, pantalones, camisas y accesorios (Ya las bloggers y fashionistas del globo han dictado que las gafas de sol blancas son el must have de estos meses), sobretodo si está tiñendo piezas simples y descomplicadas. En mi caso hay una prenda en la que prefiero este color en estos meses: los vestidos. Como me conocen no soy una persona drástica o ecléctica al momento de vestir, pero siempre juego a modificar las tenencias a mi estilo propio, por ejemplo, a un sencillo pero versátil traje blanco de algodón le doy un toque de color con los accesorios y me decanto por zapatos cómodos sin mucha altura para poder pasar del día a la noche sin necesidad de ir corriendo a cambiarme.
Otra de las formas de llevar esta tendencia es darle vida a los vestiditos blancos por medio de texturas. Las propuestas del mercado son infinitas, hay encajes, croché, transparencias, mallas, y más. Por eso si no te eres de las que no se atreve a jugar con el color y formas, puedes aplicar este tip y darle otro aire a tu estilo.
Besos a la moda,